La pendiente de una cuenca influye en la cantidad y el desarrollo temporal de la escorrentía.
A medida que aumenta la pendiente de la topografía, entran en juego varios factores. En primer lugar, el contacto del agua con la superficie deja de ser perpendicular. En las pendientes, la fuerza de gravedad ya no atrae el agua directamente hacia el suelo, de forma que una mayor parte se convierte en escorrentía superficial.
Otro factor es el movimiento del agua sobre la superficie terrestre. A medida que aumenta la pendiente del suelo, el agua se desplaza con mayor rapidez y permanece menos tiempo en contacto con la superficie, lo cual reduce el tiempo que tiene para infiltrarse.

Otro factor importante es la cantidad de sedimento transportado por el agua. La erosión es el resultado de la eliminación del sedimento del suelo por parte del agua. Aunque depende del tipo de suelo y de la vegetación, por lo general la erosión aumenta a medida que aumenta la pendiente. Cuando el agua transporta mucho sedimento, los poros en la superficie del suelo que normalmente permiten la penetración del agua pueden taparse, reduciendo de este modo la capacidad de infiltración.
En términos generales, cuanto más empinados la ladera y los canales de drenaje, tanto más rápida será la respuesta del flujo y tanto mayores las descargas máximas.