Existen dos tipos de metamorfismo de la nieve: seco y húmedo. El metamorfismo seco ocurre en ausencia de agua líquida, cuando por lo general las temperaturas se encuentran por debajo de cero grados Celsius.
A su vez, el metamorfismo seco de la nieve se puede subdividir en dos clases. La primera se denomina equilibrio (sinterización) y ocurre cuando el gradiente de temperatura de la capa de nieve es poco pronunciado. A menudo, los cambios en la estructura cristalina aumentan la unión entre los cristales. Conforme se deposita vapor de agua en los cristales, sus puntas se suavizan y los espacios vacíos se van llenando. En algunos casos la deposición y el cambio resultante en la forma de los cristales alcanzan extremos tales que se vuelve imposible identificar la fisionomía y la estructura cristalina original. La nueva forma más redondeada de los cristales aumenta la densidad de la capa de nieve por unidad de profundidad y, por tanto, su equivalente en agua. Este es el tipo de metamorfismo seco más importante en hidrología de nieves.

El otro tipo de metamorfismo seco es el crecimiento cinético, que ocurre cuando el gradiente de temperatura en la capa de nieve supera los 10 °C por metro. A menudo, las nuevas estructuras cristalinas no están bien unidas y hasta pueden reducir la densidad de la capa de nieve.
El metamorfismo húmedo ocurre a temperaturas de cero grados Celsius o muy cerca de esa temperatura. La capa de nieve contiene agua líquida, lo cual causa la destrucción preferencial de los granos de nieve pequeños, mientras los granos más grandes se suavizan al fundirse. Como resultado de este proceso, se vuelve difícil identificar la estructura cristalina original. Los ciclos reiterados de fusión y congelamiento crean conjuntos grandes de granos fusionados como el que podemos ver en esta fotografía.

El proceso de metamorfismo húmedo de la nieve puede aumentar considerablemente el equivalente en agua por unidad de profundidad de la capa de nieve.