Cuando el agua que se ha escurrido hacia abajo por una capa de nieve alcanza el suelo subyacente, su destino viene determinado por las condiciones del suelo y de la superficie del suelo. Estas son consideraciones importantes a la hora de pronosticar la escorrentía y la posibilidad de crecidas.
Si el suelo no está congelado ni saturado, podrá absorber el agua fácilmente, con tal de que la velocidad de fusión de la nieve sea inferior a la tasa de infiltración del suelo. En este caso, el agua de deshielo se comporta de forma muy parecida a la lluvia.
Si el agua que se ha escurrido hacia abajo por una capa de nieve alcanza suelo congelado, existe la posibilidad de que se produzca la acumulación de agua y posiblemente su congelamiento en la superficie del suelo, lo cual impide aún más la infiltración del agua en el suelo en esa zona. Durante un período de rápido derretimiento, esto puede provocar inundaciones generalizadas.
Esta fotografía muestra las consecuencias del congelamiento del agua de deshielo en la superficie del suelo, que forma hielo basal.

Las superficies inclinadas pueden causar otras complicaciones. Los espacios porosos cuesta abajo están continuamente sujetos a la acción erosiva del agua de deshielo que baja directamente desde arriba, y además del agua de deshielo que baja lateralmente de las zonas a mayor altura. Como permite apreciar la figura, a medida que el agua corre cuesta abajo debajo de la capa de nieve, el caudal aumenta y eventualmente causar la erosión del fondo del manto de nieve.

La inclinación de la superficie no es sino uno de los muchos factores que hay que examinar para considerar el suelo absorbe y canaliza el agua de deshielo. Los otros factores típicos de la escorrentía de la lluvia que se presentan en la lección Procesos de escorrentía: versión internacional son pertinentes para las situaciones de deshielo y complementarán toda consideración adicional del movimiento del agua de deshielo.