El albedo de una superficie es la razón de la cantidad de radiación reflejada con respecto a la cantidad de radiación incidente en ella. El albedo de la nieve puede variar enormemente debido a varios factores. Cuando se trata de nieve recién caída, cuyos cristales son aún prístinos, el albedo puede alcanzar un valor del 90 %. En términos generales, la nieve fresca tiene valores de albedo mínimos del 80 %. Conforme la nieve envejece, su estructura cristalina queda redondeada, ya sea por metamorfismo seco o húmedo, o bien por acción del viento. Estos factores reducen la capacidad de la nieve de reflejar la radiación solar entrante. La acumulación de partículas en la superficie de la capa de nieve también pueden disminuir sus propiedades reflectantes.
Otro aspecto importante es el ángulo de incidencia de los rayos solares, que durante la temporada de acumulación de las capas de nieve es relativamente bajo. Como durante ese período las temperaturas son más bajas, el albedo de la nieve tiende a cambiar mucho más lentamente que en la temporada de derretimiento, cuando la radiación solar entrante es más intensa y a lo largo del día se producen cambios de temperatura de mayor amplitud.
Normalmente, el efecto combinado de todos estos factores es la disminución del albedo de la nieve en el curso de los varios días posteriores a su deposición. Después de esa disminución inicial, el albedo tiende a estabilizarse en un valor aproximado del 60 % durante la temporada de acumulación y del 40 % en la temporada de derretimiento. Esta gráfica muestra los cambios en el albedo durante las dos temporadas en función del tiempo desde la última nevada.
