El movimiento de la nieve arrastrada por el viento puede afectar considerablemente la naturaleza de la capa de nieve acumulada.
En condiciones de vientos flojos, por los general la nieve se compone de muchos cristales intactos con mucho espacio libre entre ellos. Sin embargo, el transporte de la nieve por el viento y su posterior amontonamiento tienen el efecto de romper los cristales de hielo, como resultado de lo cual la nieve adquiere una forma más redondeada. Esto produce partículas de nieve más apretadas y, por tanto, una capa de nieve intrínsecamente más densa.

Bajo un microscopio electrónico, la diferencia es incluso más pronunciada:

A la hora de considerar la densidad, necesitamos pensar en términos de masa por volumen; un valor de densidad típico para la nieve es de 1 dg/cm3. Esto significa que el agua es diez veces más densa que la nieve, porque además de agua, la nieve contiene aire. El otro factor principal que determina la densidad de la capa de nieve acumulada es la cantidad de líquido que contiene.
Para los pronósticos hidrológicos, es muy importante comprender el equivalente de la nieve en agua. El contenido de agua líquida de la nieve seca es del 0 % y no se apelmaza al apretarla. El agua representa un pequeño porcentaje del volumen de la ‘nieve aguada». Esta tabla muestra una clasificación de la nieve de acuerdo con el contenido de agua líquida y sus características visibles y físicas.
