La textura del suelo determina la cantidad de agua que puede contener bajo distintas condiciones de humedad. Los suelos arcillosos se componen de partículas minerales y poros muy pequeños. Debido a que las partículas minerales de los suelos arenosos son más grandes, estos también tienen un espacio poroso más grande. Aunque parece contrario a la intuición, en realidad los espacio porosos más pequeños de un suelo arcilloso contienen más espacio en total que un volumen equivalente de suelo arenoso.

Esto significa que la arcilla a capacidad de campo contiene un porcentaje de agua mayor que los suelos de otras texturas. Los suelos arenosos, por otra parte, tienen partículas minerales y espacios porosos más grandes, pero un porcentaje de porosidad y un correspondiente porcentaje de humedad menor a capacidad de campo y en el punto de marchitamiento, en comparación con la arcilla. Los suelos de textura arenosa se saturan con un porcentaje de humedad de suelo mucho menor.

El movimiento del agua a través del suelo también se ve afectado por su textura. Una vez que el agua penetra el suelo, percola hacia abajo. Los suelos de textura arenosa permiten un movimiento del agua mucho más rápido que los suelos de textura arcillosa. Por lo tanto, después de un evento de precipitación un suelo de textura arcillosa estará en condiciones más húmedas durante un período más largo que un suelo arenoso.